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A 31 años del Seventh Son… de Iron Maiden

Mar 5, 2019

El 11 de abril se cumplen 31 años del lanzamiento de Seventh son of a seventh son, el séptimo disco de IRON MAIDEN que lo colocó en la cima total.

Por tal motivo, compartimos un texto de Dom Lawson publicado en Metal Hammer cuando el álbum cumplió 30 años, en una interesante retrospectiva de cómo la banda consiguió hacer lo que muchos consideran su obra maestra.

Cómo Seventh Son of A Seventh Son hizo inmortal a Iron Maiden

Título original: How Seventh Son Of A Seventh Son lifted Iron Maiden to heavy metal immortality

El épico disco conceptual fue algo más que el álbum más exitoso de la década del ochenta; fue la obra maestra de IRON MAIDEN.

El 5 de noviembre de 1987, IRON MAIDEN terminó una larga gira promocionando su sexto disco: Somewhere in time. Ya consolidados como la banda de Heavy Metal más grande del planeta en ese momento, su siguiente movimiento se convirtió en algo muy importante. Nadie pudo predecir lo que estaba a punto de suceder, ni siquiera la famosa psíquica inglesa Doris Strokes, cuya muerte en mayo de 1987 terminó siendo el improbable inicio del séptimo disco de Maiden, el más impactante hasta la fecha.

“Sólo pensaba: ¿pudo ella predecir su propia muerte?”, dijo Steve Harris en el documental que aparece en la edición de 2013 del Maiden England. “¿Quién lo podría saber? Así que empecé con esa especie de idea. Escribí The Clairvoyant y luego Bruce lo vio dijo: ‘sí, ¡es una buena idea!’. Luego empecé a escribir la canción Seventh son of a seventh son porque supuestamente, si eras el séptimo hijo de un séptimo hijo, ibas a nacer con los poderes de la clarividencia. Así que tenía esos dos conceptos y Bruce dijo: ‘sabes qué, deberíamos hacer un disco conceptual sobre esto’”.

Podría parecer tonto pensar que IRON MAIDEN tenía que demostrar algo en 1988, pero estaba la sensación de que el Somewhere in time de 1986 fue un disco difícil para la banda. Es sabido que Bruce Dickinson le había propuesto a Steve Harris algo más acústico y progresivo, lo que fue rechazado enérgicamente. El resultado fue un álbum lleno de grandes canciones, tres de ellas escritas en su totalidad por Adrian Smith; pero al parecer no consiguió el impacto que Powerslave había tenido dos años antes.

Como resultado de esto, a medida que Maiden se sumergió en un periodo muy intenso de escribir y grabar, había una enorme presión por entregar algo especial. En parte inspirados por El séptimo hijo, una novela de fantasía escrita por Orson Scott Card, el concepto de Steve pronto floreció en algo más sustancial, ayudado por el regreso de Bruce en la composición.

“Bruce quería probar algo”, dice Mick Wall, ex-miembro de Metal Hammer y autor de Run to the Hills: the official Iron Maiden biography. “No había metido ninguna canción suya en algún disco de Maiden desde hacía cuatro años. Steve también se esforzó mucho y Adrian estaba en su mejor momento componiendo canciones llenas de significado. Fue la unión de todo eso lo que desembocó en un momento muy importante para ellos”.

Grabado en los Estudios Musicland, en Múnich, Alemania, entre febrero y marzo de 1988, con su productor de mucho tiempo Martin Birch, Seventh son of a seventh son tomó forma a un ritmo bestial, en gran parte debido a que ya estaba agendada la siguiente gira mundial de la banda que iniciaba a finales de ese mismo abril.

Por el resultado del disco, y vaya que es difícil encontrar a algún metalero que no le guste Seventh Son…, está claro que Maiden estaba en la mejor forma de toda su carrera a nivel colectivo, trabajando de manera armónica y deleitando la creatividad de unos y otros, aun cuando el concepto del disco no terminó siendo tan claro como la banda habría querido en un principio.

“Como en casi todo, llegamos a la mitad del camino y luego nos vamos por la tangente”, comentó Bruce en el Maiden England. “Porque siempre que hacemos un disco conceptual en Maiden nunca seguimos servilmente la historia. Llegamos a la mitad y luego metemos una canción sobre Battersea Dogs Home (N. del T.: es una organización que rescata gatos y perros) o algo por el estilo. Ustedes dirán: ‘¿por qué meten eso ahí?’, ¡pues porque sí y ya!”.

Vino un explosivo primer adelanto del disco: el sencillo Can I play with madness fue lanzado en marzo de 1988 y llegó directo al número 3 de las listas de popularidad en Inglaterra. Indudablemente impulsado por la locura de la canción, también ayudó que el video incluyó al legendario actor cómico: Graham Chapman, miembro del famoso Monty Python’s Flying Circus. Aquella fue por mucho su canción más enganchadora y directa que hayan lanzado jamás hasta ese entonces. A pesar de haber tenido muchos éxitos en el pasado, la banda nunca intentó convertirse en estrellas de la farándula; pero se estaban convirtiendo en eso. En esta ocasión la radio y la televisión no pudieron seguir ignorándolos más.

“De inmediato te das cuenta que éste podía ser un disco que puedes apreciar sin ser necesariamente un fanático de IRON MAIDEN”, opina Mick Wall. “Can I play with madness fue un gran éxito para ellos. Antes no se preocupaban por eso; siempre se habían enfocado en todo el disco, pero al final tuvieron varios éxitos con el Seventh Son… Salieron mucho más en la radio y la televisión. Si llegas a la tercera posición, ¡entonces claro que te quieren ver en Going Live! (un programa infantil de la BBC) con Phillip Schofield!”.

Para remarcar su estatus de estrellas, IRON MAIDEN lanzó Seventh Son… en un fastuoso evento en el épico Castillo Schnellenberg, en Attendorn, Alemania. Periodistas y conductores de televisión de todo el mundo volaron para entrevistar a la banda acerca de su obra máxima, en un entorno acorde a su opulencia musical. Se le invirtió mucho tiempo y dinero al Seventh son of a seventh son, y es entendible: se trataba de un disco que parecía alcanzar terrenos más alejados del usual mundo del rock.

“Tuvimos a todos los medios de Europa y Estados Unidos en un largo fin de semana lleno de entrevistas, bebidas, música, bebidas, fotos, bebidas…”, recuerda el mánager de Maiden, Rod Smallwood en el Maiden England. “Nunca fuimos una banda corporativa, pero en ese entonces la marca Puma se acercó diciéndonos: ¿les gustaría un kit gratis?, así que dijimos que sí. Se hizo un gran trato con Puma pero la banda insistió en seguir utilizando las sudaderas todo el tiempo, ¡así que las fotos de ese momento salieron pésimas! Ya sabes, ¡casi salen en traje de baño! Es decir, no se ven tan metaleros”.

A pesar de las calamidades en el vestir, Seventh son of a seventh son fue lanzado el 11 de abril de 1988. Tal como lo insinuó el éxito de su primer sencillo, llegaron a la cima de las listas en medio de aclamaciones y particularmente reacciones de éxtasis por parte de los fanáticos de Maiden.

Todo parecía estar bien con el Seventh Son…, era atrevido, aventurado y musicalmente retador: desde el intro atmosférico de Bruce Dickinson en Moonchild, el sofisticado dinamismo de Infinite Dreams y sus potentes solos, el extravagante viaje progresivo de la canción homónima de nueve minutos y la triunfal y pegadiza The Clairvoyant, Seventh Son… fue la expansión del sonido de IRON MAIDEN. Pero también fue un disco de himnos perfectamente construidos como: Can I play with madness, The evil that men do, Only the good die young… inolvidables gemas cada una de ellas.

Somewhere in time fue como una figura de plastilina, no estaba del todo bien hecha. Tenía sus ojos, sus brazos y podías decir: sí, entiendo tu intención”, comentó Bruce en 2013. “Seventh Son… es una declaración más reconocible y definitiva. Es exacta, bien hecha, todo en una sola pieza”.

“Personalmente, creo que la magia de ese disco viene de Bruce, quien volvió a escribir”, dice Mick. “Seventh Son… es el último disco que hicieron con lo que mi generación reconoce como la alineación clásica. No es por menospreciar a Janick (Gers, actual guitarrista), quien es un gran músico por derecho propio, pero Adrian y Dave hicieron una dupla mágica. En muchos niveles Seventh Son… es uno de esos grandes momentos en la historia de Maiden”.

Si algo se le puede tachar al Seventh Son… es que fue el primer disco de Maiden donde utilizaron teclados. Aunque hoy puede sonar ridículo, fue una jugada muy controversial para una banda de metal en 1988.

“Supongo que muchos no estaban felices pero, bien usados, los teclados pueden quedar muy bien”, dice Markus Grosskopf, bajista de HELLOWEEN, que giró mucho con Maiden al final del ochenta. “Crearon un sentimiento especial en ese disco. Escucha las armonías y las melodías. Te llevan a otro mundo y es muy del estilo de Maiden, sólo de ellos. Todo el disco está lleno de grandes momentos, grandes guitarras, gran voz y asombrosos arreglos. Se queda en ti. Era una atmósfera muy fuerte. Sólo son ocho canciones, pero todas son muy buenas”.

Para HELLOWEEN en particular, el dominio de IRON MAIDEN en la escena del metal fue un muy buen presagio. En 1988 los alemanes fueron descritos como “el siguiente Maiden” o “los Maiden alemanes”, en parte por sus muy exitosos discos, como el de aquel año: Keeper Of The Seven Keys Part II, que claramente le debía a Maiden parte de su estridente y melódico sonido.

“Por supuesto que los admiramos”, declara Markus. “El primer disco de IRON MAIDEN fue el que me introdujo al Heavy Metal y hard rock, antes de eso yo era más punk (risas). La forma de usar las armonías a gran velocidad, su música agresiva, en verdad me impactó. En HELLOWEEN siempre hemos querido hacer lo propio, tener nuestro sonido, nuestro propio estilo, pero claro que Maiden es una gran influencia. Cuando empezamos a girar con ellos, fue algo muy especial. Tocar con ellos nos permitió cumplir el sueño de salir y hacer lo nuestro”.

Con su nuevo disco volando en las estanterías de Inglaterra, Europa y más allá, IRON MAIDEN salió de gira con el Seventh Tour Of A Seventh Tour, iniciando en Alemania el 28 de abril y continuando durante ocho meses, armados con el escenario más espectacular hasta ese entonces. Con manifestaciones físicas de la extraordinaria portada de Derek Riggs, repleta de icebergs gigantes y un enorme Eddie flotante, un enorme espectáculo visual incluso para los altos estándares de Maiden.

Bendecidos con la oportunidad de salir a tocar con IRON MAIDEN en su recorrido por Estados Unidos y parte de Inglaterra, la banda canadiense KILLER DWARFS apenas podía creer la buena suerte que tenían.

“Fue algo muy importante para nosotros en un disco muy importante para Maiden”, recuerda el vocalista Russ Dwarf. “¡Su espectáculo era épico! Éramos grandes admiradores y apenas si lo podíamos creer. Sabíamos quiénes éramos, no éramos arrogantes, pero aun así nos trataron como iguales. Guns N’ Roses también se unió a la gira, así que sabíamos que era algo muy importante. Maiden es tan querido que todos estaban ahí por la misma razón. Es una banda con mucha pasión. ¡Era como ir al teatro! Sólo éramos unos niños y nos voló la cabeza. ¿Te imaginas tocar en el Hammersmith o en Wembley cuando Maiden estaba en la cúspide? No podía haber nada mejor”.

“Siempre fue agradable girar con Maiden y esa gira fue muy importante”, agrega Markus Grosskopf. “Teníamos todo lo que necesitábamos, incluyendo mucho espacio en el escenario, a pesar de que ahí tenían ya a sus Eddies, sus montañas gigantes, hielo y todas esas cosas. ¡Los escenarios tenían que ser en verdad muy grandes (risas)!”.

La historia de Seventh son of a seventh son es principalmente una historia de creatividad y éxito comercial, como un momento de fuerza potencial ya ganada y llevada al mundo con ellos. El 20 de agosto de 1988 IRON MAIDEN encabezó por primera vez en Castle Donington el prestigioso festival de un día Monsters of Rock. Si se necesitaba alguna prueba para demostrar que Maiden había alcanzado un nuevo nivel de popularidad, el asombroso tamaño de audiencia que fue a ver a la banda -junto con HELLOWEEN, MEGADETH, DAVID LEE ROTH, GUNS N’ ROSES y KISS– fue la clave. Un estimado de 107 mil personas marchó por el lodo de aquel día en el Monsters of Rock más multitudinario hasta la fecha.

“Sabíamos que habíamos conseguido un éxito enorme”, declara Tim Parsons, el legendario promotor que agendó el cartel de 1988. “La gente caminaba por el campo, dejaba sus autos. Los fotógrafos aéreos hicieron que la gente pareciera campos de cultivo. Vendimos todos los boletos, hasta tuvieron que vender las cortesías, así que si alguien aún tiene uno de esos puede que recupere algo en eBay. Fue una fecha importante para Maiden y estaban encantados de tocar”.

El reportero de Metal Hammer (y devoto de Maiden), Dave Ling, también estuvo presente en aquel inolvidable día y recuerda la ocasión como un momento único en la historia de IRON MAIDEN.

“Como fanático que los conoce desde el principio, fue como si hubieran dado el paso a las grandes ligas”, dice. “Sabiamente su manager los alejó de Donington hasta que pudieran hacerle total justicia al evento. Ir y dar un show estupendo, frente a una audiencia que nunca será superada en términos de tamaño, le dio completamente la razón a esa estrategia. La emoción de la gente era increíble. En aquellos días había, por supuesto, sólo un escenario y todos los 107 mil asistentes enfocaron su atención en esa zona. Aún puedo recordar el escalofrío cuando pusieron la introducción. No recuerdo haber visto algo mejor, al menos antes de que Bruce se fuera y se volviera a unir. Si la banda llegó a tener nervios, simplemente no se notó”.

Por desgracia, lo que debió ser el más destacado momento de gloria para Maiden fue estropeado por la tragedia, pues dos jóvenes escoceses fanáticos del metal –Alan Dick y Landon Sigger– perdieron la vida cuando la tierra empapada cedió durante la presentación de Guns N’ Roses. Sin saber las muertes, Maiden salió a tocar con su energía habitual y entregó una gran presentación que el poder de su ascenso exigía. Pero, tal y como lo admite Tim Parsons, no había duda que el brillo del triunfo de Maiden había sido brutalmente opacado”.

“Asumimos seriamente nuestra responsabilidad, pero no teníamos manera de predecir las circunstancias que iban a ocasionar las fatalidades de aquel día”, anota. “Fue espantoso. Para Maiden fue horrible saber lo que sucedió después de su concierto, en medio de toda esa euforia. Pero, con muy pocas excepciones, no habría querido que nadie más cerrara la noche. Fue reconfortante, porque no teníamos que preocuparnos por ellos. Eran súper profesionales”.

Sería incorrecto decir que la tragedia de Donington precipitó el declive comercial de Maiden a mitad del 90; pero es difícil negar que nada fue igual desde entonces. Adrian Smith dejó la banda un año después; la alineación clásica que tanto había conseguido durante esa primera y encendida década empezó a desmoronarse. El inmaculado Seventh Son… fue el principio del fin.

“Fue un gran momento para Maiden”, concluye Mick Wall. “Fue su Dark Side of the Moon o su Led Zep IV. Noventa por ciento de las bandas no consiguen hacer una obra maestra. Si haces una, eres parte del club y Seventh Son… fue la obra maestra de Maiden”.

“Aún creo que es un disco muy bien hecho”, concluye Steve Harris en el Maiden England del 88. “Creo que pasó la prueba del tiempo y si tocamos alguna de las canciones todavía contrastaría con todo lo que hemos hecho antes o después”.

Por supuesto, todos sabemos lo que ocurrió y, 30 años después, Maiden sigue siendo tan grande y admirado como siempre, pero, ¿fue capaz de hacer un disco mejor que Seventh Son of a Seventh Son? ¿Alguien ha podido hacerlo?

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