Sonata Arctica llega con su noveno disco bajo el brazo: The Ninth Hour. Esta banda educó a una generación a escuchar Power Metal con especial veneración pues de 1999 a 2004 la banda logró colocarse como uno de los estandartes más importantes del género.

Luego llegó Unia en el 2009 y las cosas cambiaron drásticamente. Es de aplaudir que a pesar de las críticas la banda se mantuvo fiel a sí misma y no cambió una postura personal a cambio de complacer a sus fanáticos. Eso es algo digno de respeto.

No obstante, la nostalgia de ese extraordinario Power aún hacía esperar en cada nuevo disco de la banda el sonido glorioso que llevó a escucharlos mas nunca pasó.

Aunque Pariah’s Child (2014) llegó a ser considerado como el verdadero sucesor de Reckoning Night (2004), aún distaba de aquella esencia seductora que capturaba los oídos de manera imperiosa. No cabe duda que The Ninth Hour ocupa mucho mejor ese rol.

Aunque las canciones aún son tímidas respecto a su velocidad, en esta ocasión la banda no experimentó excesivamente con la combinación de varias melodías en una misma pieza logrando canciones más logradas y cuajadas aun cuando carecen de velocidad; así sucede en sus dos primeros cortes hasta que llega Fairytale.

Fairytale es la primera gran reminiscencia que podemos encontrar del viejo Sonata Arctica en este disco (y por fortuna no es el único). Es la segunda canción más larga del disco y a pesar de su ritmo pausado consigue recuperar lo más emblemático de su sonido: melodías de teclado ancladas a una batería constante y una línea de voz bien acomodada.

De ahí hay que saltar a Till Death’s Done Us Apart donde el doble pedal brilla. Ahí sólo faltó que las guitarras tocaran las notas a la misma velocidad del bombo y no hicieran simplemente acordes; pero aún así estamos ante una canción que bien puede justificar la escucha del rendondo.

Ahí saltamos a Rise a Night, la joya donde Sonata Artcica finalmente hace a un lado los experimentos y nos entrega una canción que bien pudo formar parte de Silence (2001) o Winterheart’s Guild (2003). Se escucha una y otra vez, brindando incluso solos alternados de guitarra y teclado para después unirse en las majestuosas armonizaciones Power que tan lejos los llevó.

Por ahí sacaron la segunda parte de White Pearl, Black Oceans, cuya primera entrega saliera en el Reckoning Night, claro que está lejos de la primera. Es por el nombre que uno se atreve a escucharla completa.

En fin, este nuevo disco de Sonata Arctica brilla por aquellos tres destellos ya mencionados. Las demás canciones son baladas que aburren a los oídos acostumbrados al sonido de la vieja banda que dejó de existir hace ocho años. No podemos mas que aplaudir y agradecer el Power que a cuentagotas nos han brindado esta vez.