¿Qué nos enseñó el ForceFest?
Sabido es lo que ocurrió en el ForceFest, pero por si no se han enterado, hagamos un recorrido por lo que algunos medios han publicado.
Luis García en El Universal publicó que:
En redes sociales usuarios exigían a los organizadores del festival reembolso de sus entradas, ya que bandas importantes como Rob Zombie o Lamb of God anunciadas para el escenario principal cancelaron, esto en parte a situaciones de logística.
En la cuenta oficial del Force Fest en Twitter usuarios comentaban sobre la mala organización del evento; entre sus molestias destacaban el largo tiempo de espera para entrar y salir del festival, falta de seguridad, el lodo que se hizo en el campo de golf como sede, los autos que se quedaban atascados, así como el cierre de food trucks.
Jorge Santamaría publicó en Excelsior:
Hasta dos horas se tardaban en salir. Fue un suplicio. De acuerdo con redes sociales, había gente que a las 6:00 de la mañana pudo abandonar el terreno, a escasas horas de arrancar la última jornada.
Roberto Trejo publicó en Reporte Indigo:
Los gritos de “fraude, fraude, fraude”, acompañado de gritos, reclamos y mentadas de madre fueron la constante en el escenario principal.
Ante las cancelaciones de varios pesos pesados, Danzig entraría al quite para tocar antes que Slayer. Pero la banda nunca salió a tocar.
¿Son legítimas las quejas al Force Fest?
Lo interesante es cómo el discurso se ha dividido: por un lado están las quejas legítimas de quienes se sintieron agraviados y por otro están los apologistas que a partir del cinisimo han intentado dar carpetazo al asunto
Los organizadores armaron un evento muy caro y soltaron el anzuelo. Utilizaron tácticas de expectativa para atraer consumidores. Anunciaron un festival sin cartel, fueron agregando bandas de a poco y al final ofrecieron boletos al 2×1 después de vaciar el bolsillo de miles de consumidores.
A pesar de su estrategia, hubo gente que se atrevió a comprarles el concepto. Todas las quejas que hoy en día ensordecen las redes sociales son de consumidores que optaron por creer en un festival que tenía el potencial de ser una referencia latinoamericana en cuanto a festivales.
Esto es un ejemplo de lo peligroso que es ser un consumidor incondicional; comprar por comprar, sin cuestionar las circunstancias, los precios, el cartel y la sede.
No hay indicios para pensar que esto hará cambiar a los consumidores de conciertos en México. Lo bueno y rescatable es que, con la positiva reacción del Tecate Metal Fest, se abre una nueva oportunidad hacia la muy necesaria descentralización de conciertos en el país. El centro está muy saturado de eventos y las experiencias cada vez son peores.